En los últimos 12 meses todos los indicadores de la economía municipal registraron un empeoramiento. Creció el desequilibrio entre ingresos y gastos. Los problemas se trasladarán a los próximos ejercicios.
Durante toda la campaña electoral Carlos Arroyo mencionó la necesidad de “administrar mejor” el municipio.
Aunque pocas veces se explayó sobre el sentido de aquella frase, podría presumirse que el entonces candidato de Cambiemos proponía establecer una relación más armónica entre los ingresos y los gastos de la comuna.
Tanto él como quienes formaban parte de su equipo fustigaban a la gestión del ex intendente Gustavo Pulti -entonces su principal oponente- por haber expandido el gasto más allá de lo prudente.
A modo de resumen prometía que el problema sería resuelto una vez que se redujera el número de funcionarios políticos que, por aquél entonces, superaba los 70.
El fragor de la campaña llevó a Arroyo a prometer cosas tales como no aumentar las tasas, disminuir la planta de personal y a exaltar su confianza en que su secretario de Economía, José Cano, tendría la capacidad de poner las cosas en orden en pocos meses.
Luego de su triunfo definitivo Carlos Arroyo llegó a la intendencia manteniendo desde entonces un elenco de colaboradores superior a los 100.
El ejercicio 2016, el del primer año de su mandato, va camino a concluir con resultados elocuentes.
Los números muestran que la Municipalidad tiene más déficit y más deuda que en 2015. Se calcula que ambos crecieron alrededor de un 100%.
Hay quienes estiman que el 31 de diciembre el déficit podría rondar la cifra de los $1.200 millones.
Los primeros 12 meses de gestión se caracterizaron por una notable caída en el nivel real de ingresos, una subejecución del gasto, la paralización de la obra pública, la disminución de la prestación de servicios y una inédita multiplicación de los conflictos de raíz económica.
En un año Arroyo soportó 8 paros de los municipales.
Los más contundentes estuvieron motivados por la demora en el pago de sueldos, los cuales, en dos oportunidades, fueron abonados de manera desdoblada.
Para poder afrontar este compromiso de manera periódica el gobierno de Arroyo debió recurrir como ningún otro a los giros en descubierto.
Es decir a préstamos de corto plazo del Banco Provincia que pasaron de la suma mensual de 120 millones de pesos que eventualmente se utilizó en 2015, a una nueva cifra de 286 millones en noviembre último.
Los intereses acumulados durante este año por haber tenido que recurrir una y otra vez a esta herramienta ya ascienden a unos $45 millones.
Ajuste que no fue
Tras prometer una ciudad “limpia, segura y ordenada” y la inminente llegada de una “revolución” con el correr de los meses el gobierno de Arroyo finalmente comprendió la magnitud de las tensiones que debía confrontar.
El desatendido desafío inicial de contener el gasto y de mejorar los ingresos comenzó a convertirse en algo cada vez más complejo.
Las cuentas de la comuna comenzaron a adquirir una dinámica cada vez más preocupante que, quedó a la vista, no podía ser contenida con sólo describir la herencia recibida.
Tal como lo hace ahora con Gustavo Schroeder, Arroyo delegó el manejo de las cuentas municipales en José Cano, quien dedicó casi todas sus apariciones públicas a reseñar los números encontrados: $743 millones de déficit y $636 millones de deuda, puntualizó en su momento.
Pero al diagnóstico no le siguió, como era de esperar, un plan de acción. Nunca se anunciaron medidas definidas por plazos y por objetivos.
Y en poco tiempo los resultados de esa política comenzaron a hacerse visibles.
Inicialmente el gobierno ensayó un ajuste sostenido principalmente por la actitud del secretario de Economía de subirle o bajarle el pulgar a ciertos gastos.
Fue así como los primeros 100 días de gestión estuvieron caracterizados por reclamos de acreedores que en muchos casos estallaron en crisis. Así ocurrió más de una vez con la recolección de residuos o con la provisión de insumos básicos para ciertas áreas.
También abundaron las protestas de empleados de áreas como Cultura o Educación, a quienes se les interrumpieron sus contratos como resultado de la decisión de no seguir adelante con ciertos programas.
La reducción más gráfica fue la que sufrió el Programa Educativo Barrial (PEBA) que se inició con el dictado de 800 horas de clases durante la gestión de Elio Aprile, llegó a las 2.500 durante el gobierno de Gustavo Pulti y este año apenas superó las 600.
Lo curioso fue que pese a haber generado conflictos de magnitud, los recortes parecen no haber contribuido a mejorar los números globales del municipio.
Las información oficial indica que hacia fines de 2015 la planta de personal municipal contaba con 7.706 empleados. En septiembre de 2016 el número era 7.746. Es decir que pese a los despidos y a la no renovación de decenas de contratos, el número de empleados públicos municipales creció.
Desde dentro de la comuna advierten que la reducción de la planta de personal ocurrió mientras se produjeron nuevos ingresos, entre los cuales es posible reconocer designaciones que obedecieron a la necesidad de garantizar la presencia del PRO, la UCR y la Agrupación Atlántica dentro de la gestión.
Ayuda permanente
El destino del gobierno del intendente Arroyo nunca pasó desapercibido para el gobierno nacional ni para el gobierno provincial, los cuales fueron inmiscuyéndose cada vez más en la gestión para evitar su prematuro colapso.
Pese a haber recibido un volumen de ayuda inédito, a los funcionarios locales nunca les resultó simple argumentar técnicamente los motivos de sus recurrentes pedidos de Aportes del Tesoro Nacional, Aportes del Tesoro Provincial y adelantos de la coparticipación.
Con los números sobre la mesa, existen funcionarios provinciales y nacionales que hace tiempo dejaron de aceptar la justificación de la herencia recibida.
Con José Cano afuera del Ejecutivo, quien escucha los reproches sobre la forma en la que el gobierno administró la economía y las finanzas es Gustavo Schroeder.
El secretario de Economía intenta desde mediados de este año ejecutar un presupuesto desfinanciado, como resultado de la decisión de no haber incrementado el valor de 130 mil cuentas de la Tasa de Servicios Urbanos, haber aceptado el pago anticipado de tributos ignorando el efecto de la inflación y de no haber considerado el impacto que tendría algún que otro indicador macroeconómico en las arcas municipales.
Aunque la aceleración de la inflación, la recesión y el aumento de tarifas ya despuntaban como problemas a principios de este año, el gobierno local pareció no haber previsto el efecto que estos fenómenos tendrían en la economía local, lo que lo llevó a diseñar un presupuesto colmado de incongruencias.
Desde el punto de vista de los gastos, la principal parece haber sido la de haber otorgado en el primer semestre de 2016 un incremento de haberes del 28%, para el cual no fueron previstos recursos.
Ese desacierto, entre otros tantos, condicionó no sólo el presupuesto del actual ejercicio. El desafío de equilibrar la relación entre los ingresos y los gastos, según parece, ya no será un objetivo a cumplir en uno o dos años, como algunos consideraban podría haber sido posible durante la primera mitad del mandato de Arroyo.
Aparentemente, por la magnitud de los problemas, esa será una meta que tendrá que seguir persiguiéndose durante varios años más.
Ya casi el 15% del presupuesto 2017 estará dedicado a pagar deudas contraídas durante anteriores y el actual ejercicio. Se trata de un gasto de 966 millones de pesos, sobre un total de 6.667 millones, que no estará dedicado más que a tratar de resolver lo que hasta ahora se agravó.